Esa noche, Juan no podía dormir. Como tantas otras. Y otras (y otras).
El cigarrillo lo llevaba apoyado en la unión del índice con el mayor de su mano derecha y por eso al acercárselo a su boca tapaba casi toda la cara con sus dedos. Estaba más ansioso que hacía un rato.
La noche era fría. Demasiado fría como para salir. Para salir sin abrigo, pensó.
El día había iniciado como siempre. Como en los últimos cuatro años que para él eran el desde siempre. Juan había adquirido una notable habilidad para leer en pocos minutos todas las noticias de los periódicos y detectar aquéllas sobre las que debía saber la respuesta antes de la pregunta.
Sus ojos negros y achinados estaban impiadosamente encajados en una cara cuadrada y angulosa cuyo conjunto, con labios gruesos incluidos, le daban una fachada cándida y casi necia en la que ocultaba con frecuencia (y gran facilidad) sus intenciones descaradas.
Esos ojos tenían la pericia de detectar mediante un escaneo masivo en paralelo, el nombre de su jefe en cualquier medio gráfico.
Últimamente, los datos de su memoria se habían ido perdiendo de su cabeza por efecto de evaporación, en igual forma en que lo hacen los aportes de agua de un lago endorreico.
No había hablado con nadie de aquello y eso lo tranquilizaba.
Ahora, en la noche, apura su Suntory, abrasa el pecho con el humo del parisiennes fuerte y se planta en la garganta unas pastillas que le sellan el pasaporte hacia algún paraíso de sexo fácil y copas baratas.
Acomoda su desaliñada chaqueta negra y va hacia su auto. Enciende el motor y las calles empiezan a pasar cada vez más rápido. Agranda y frunce los ojos para poder ver (allí adentro todo son lucecitas y "Learn" gira frenético haciéndole juego de extraviado).
Llega y con la destreza mal ganada de clubber, pasa la puerta del Antoni. El estruendo le retumba en el cráneo y comienza a mezclarse con la gente intentando llegar a la barra. Le franquea el paso su decidida vocación por llegar y, mientras el cuadro se puebla con algunas víctimas de excesos, él la ve de espaldas sentada en la barra. Se acerca y se queda parado a su costado viendo como sus pechos pesan dentro de su vestido.
En el rojo del ambiente y la confusión de las conversaciones cercanas, ella lo mira con las pupilas dilatadas por la agitación del lugar, y la correspondiente dosis de éxtasis, y le dice: Hola, soy Eva. ¿y tú te llamas de alguna manera?. Él, lleva su mano a la frente de ella y bajándola de a poco hacia su boca gira hacia el frente mira adelante y pide una Smirnoff. Juan o Ju es lo mismo y lo ingiere de un trago. Siguen muchas más y el diálogo sin sentido comenzará a aberrarle la vista. El barman vuela el cóctel y en el aquelarre, el estruendo y el enredo hace caer una botella sobre la barra que impacta el vidrio contra el dedo índice de la mano izquierda de Juan. Sacude el dedo ensangrentado y lo introduce en el vodka. Le ofrece el trago a Eva y, como una iniciada, da comienzo al código de rito: optimized.
Escrito por Timon a las 10 de Mayo 2004 a las 07:03 AMPobre Juan, ya está otra vez chorreando sangre de un dedo...
Escrito por Lyzzie a las 10 de Mayo 2004 a las 06:48 PMNecesita a alguien de la EUI ;)
(pero por tiempo completo)
Si paga bien, hecho!! Necesito trabajo para el veranito ;ppp!!
Escrito por Lyzzie a las 10 de Mayo 2004 a las 09:52 PMHa costado, eh? pero al final... ;)
Qué manera de transportarte a los sentidos de Juan... me gustó mucho
Saludos!
Bonita historia magníficamenhte descrita y contada; como el viejo Borges o el viejo Cortázar.
Te felicito.
Yo pensaba que ya lo habías olvidado. Nadie imaginaba que esta fuera la razón.
Saludos y felicidades, muy buena narrativa.
Escrito por Juwe a las 11 de Mayo 2004 a las 05:22 PMVamos a seguir inspeccionando esta maldita vida de este maldito Ju (who?).
Pronto va a conocer a Teresa y a su hijo Telmo. Su jefe es un funcionario latinoamericano de un rango tan alto como su corrupción.
La historia de siempre, pero como dije en otro lado: "si la hubiera leído antes, igual me hubiese pensado muchas otras cosas.".
Gracias a todos por vuestras mentiras piadosas. En una semana difícil han sido muy edificantes.
Yo puedo sentir piedad, pero nunca miento, ni siquiera a mis amigos. Desde una semana muy dificil, tambien, para mí. Un saludo, amigo Timón.
Escrito por odyseo a las 13 de Mayo 2004 a las 11:33 AMParece que te has metido con una camarita en la mente del tio que me volvió loca. No soy Eva, pero no me pesa decir que lo fui algún tiempo, y que tiempos aquellos...
Me lo has devuelto por un segundo, gracias.
Cada uno entiende a ese Lobo estepario como quiere, el mio concuerda con la descripción de Juan. Hay cosas que nunca se quieren recordar. Es cuestión de opiniones.
Escrito por bea a las 16 de Mayo 2004 a las 10:52 AMJajaja no son mentiras piadosas, ya te lo dijo Odyseo, y yo lo confirmo, generalmente digo (escribo) lo que pienso y no tengo que andar mintiendo o dar opiniones que no crea.
Saludos Timón, un abrazo.
Escrito por Juwe a las 17 de Mayo 2004 a las 05:47 AMVamos, Bea, seguro que aún recuerdas esos momentos de excesos, te sonríes y cuando te preguntan la razón de tu inocultable picardía dices..."nada, que me acuerdo de un chiste", y la risa se te cuelga en ese momento detrás de la nariz y congestionada añoras volver y suspiras a la vez por haber conseguido salir de las fauces del maldito.
Juwe, gracias (pero no consumas esas porquerías antes de entrar aquí). Un abrazo, amigo.
Y respondo al perfil psiquiatrico de una inconformista que pasa de la risa al llanto con demasiada facilidad. Tras eso cuento alguna de esas historias que me libran de tener que dar demasiadas explicaciones, y me consuela poder hacerlo aunque me quedo con la impresión de haberme sostenido a duras penas.
Mi personalidad o mi bailarina me han hecho cerrarme a lo que fui, quizás todavía quede algo de Eva oculto en bea.
Paradójicamente, ambas llevan las mismas letras, aunque la uve, ve, ve baja o ve corta se ha transformado -para ocultarse- en una más alta y esbelta "b" labial.
Un saludo, Cianuro!