12 de Marzo 2004

Un camino incierto a ninguna parte

yo tambien, Forges

Fue en el último diciembre.
La gente había tomado sus calles en tal número, que su vía más grande fue declarada peatonal durante todo un fin de semana largo (de puente, como le dicen ellos).
Hacía frío. Y mucho. Pero a pesar de ello, me sumé a la procesión y tras las primeras cuadras recorridas ajeno a todo, me sentí uno más en busca de la nada.
Por la rara geografía de la ciudad, de momento podía verse desde arriba o desde abajo, la legión de personas en avanzada o en retirada.
Una fina lluvia, que como dijera el más grande, hacía sentir que sólo precipitaba sobre la tela del paraguas, despojaba aún más al paso de todo objetivo: parecía mejor quedarse en casa, era un camino incierto hacia ninguna parte.
Los foquitos cruzando en cable de vereda a vereda. Las conversaciones por todos lados. Los grandes y los chicos. Los gays y los otros. El verde flúo de la poli y la amenaza del delito. Políticos, inmigrantes ilegales y chinos (o casi chinos). Deformes y yonkis. Vendedores ambulantes y formadores de fila de la lotería. Y el cigarrillo por todas partes. Señoras grandes del brazo, como las que yo recordaba en mi infancia: con abrigos de tela, zapatos de taco medio y medias color carne, peinadas en el barrio al spray tras combinar ruleros, redecilla y secador de cabello. Mantenimiento a su cargo.
Aquel frío diciembre en aquella ciudad hicieron a mi piel experimentar una sensación que creía perdida en el pasado: el salir a pasear. El no pensar en nada. El caminar sin rumbo. El empujar las cañas y las tapas en la puerta de los locales abarrotados de gente en su interior. El pagar por lo bebido y lo comido sin ofrecer más prueba que la propia declaración.
Ilusos. Éramos sólo víctimas desprevenidas.
Hoy, cuando me enteré de las trece bombas en Madrid, sentí el arrebato de la serenidad.
Que aquellas arterias infestadas por gente en aquellos días de la Navidad, habían estallado en sangre para lavar en rojo la memoria de mi infancia.
Los detonadores de la locura no son salvajes. Son unos hijos de puta. Y habría que desenterrar a sus muertos para volverlos a matar frente a ellos mismos para que así recuerden lo que se siente.

Escrito por Timon a las 12 de Marzo 2004 a las 08:44 AM
Comentarios

Gracias por tu comentario y por recordarnos las palabras, hermosas, de Alberti.

Escrito por odyseo a las 12 de Marzo 2004 a las 02:18 PM

Hola Timón, pues que te puedo decir, absolutamente nada justifica lo sucedido, ni es aplaudible sino todo lo contrario, concuerdo totalmente contigo en tu sentir, son unos hijos de puta, yo les digo hijos de nadie, al caso que importa eso, pobre de la que sea su madre, no creo que ellos merezcan ser sus hijos.

Escrito por Juwe a las 12 de Marzo 2004 a las 09:54 PM

Gracias a ambos. El haber caminado hace tan poco por esos lugares hoy teñidos de dolor te produce una sensación de vulnerabilidad bastante desagradable. Írrita, más bien.

Escrito por Timón a las 13 de Marzo 2004 a las 11:32 PM

Los cogeremos. Los juzgaremos. Los encerraremos.

Escrito por Audrey a las 16 de Marzo 2004 a las 12:13 AM

Audrey: si vivieras en estas latitudes, parecería excesivo tu primer anhelo. En todo caso primero habría que encerrarlos, luego juzgarlos y finalmente hacerles eso que tu dices (¿entre varios, además?). Salvo que los juzguemos por su desempeño en eso; caso en cual se colocaría en segundo término.
Gracias por venir.

Escrito por Timón a las 16 de Marzo 2004 a las 02:49 AM

Un amigo en comun de Axel me meciono tu pagina, me gusto mucho y queria que lo supieras , y quiero darte las gracias por tu enlace a la pagina de Axel. Un saludo desde Buenos Aires Argentina

Escrito por Nina a las 9 de Abril 2004 a las 06:27 PM

Nada que agradecer, Nina.
Ojalá se recupere la tranquilidad y alivio a su familia.

Escrito por Timon a las 12 de Abril 2004 a las 04:23 PM

holoa espero q te encantepor q esta buena

Escrito por carmen a las 30 de Mayo 2004 a las 09:43 PM
Escribir un comentario









¿Recordar informacion personal?